El jardín es el punto fuerte de la Villa Mandarine, porque aunque esté implantada en un campo de naranjos, las flores ocupan un lugar de elección: para empezar alrededor de las habitaciones ya que las de la planta baja tienen jardín privado.
Ese amor por la flores se nota por todas partes, cual sea la dirección de la mirada, porque en un desorden buscado y mantenido, corren por todos los suelos, hasta cubrir a veces los pies de los naranjos.
Aqui los olores forman parte del escenario y para los enamorados de la naturaleza existe un herbario con fotos y nombres de más de 100 especies que se suceden a lo largo del año.